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Municipalismo y práctica comunitaria

Izaskun duque | 2018-06-22

Crisis es una palabra repetida hasta la saciedad en los últimos años. Crisis económica, crisis del modelo de estado, crisis territorial, crisis del régimen. También las instituciones han sido cuestionadas. Estas estructuras administrativas han sido diseñadas por un Estado que no es el nuestro y en una época muy distinta a la actual. No responden a los problemas de la sociedad  de nuestros días. Son entes rígidos, burocráticos, con departamentos estancos y se rigen además por una lógica que en muchos casos escapa al sentido común.

En estos tiempos convulsos, interesantes según Zizek y líquidos según Bauman, todo parece ponerse en cuestión. Hay quienes lo viven con incertidumbre mientras que otras vemos clara la oportunidad transformadora. Ara comença el mambo!

Este cambio de paradigma afecta directamente a las instituciones públicas y más aún a los ayuntamientos tratándose de la institución más cercana a la ciudadanía. Participación, publificación, transparencia o control público son conceptos usados cada vez con más frecuencia.  ¿Y cómo podemos implementar estas nuevas prácticas con los mimbres que tenemos? ¿Cómo hacer confluir municipalismo (udalgintza) y práctica comunitaria (herrigintza)?

Parece evidente que necesitamos un nuevo municipalismo, un municipalismo social y transformador (dentro) en confluencia con una práctica social comunitaria (fuera). Ese binomio dentro-fuera o calle-institución ha sido entendido en ocasiones como un camino bidireccional en el que nuestro objetivo era llevar la expresión de la calle a las instituciones y desde ahí dar respuesta a esas demandas. Este planteamiento es claramente limitador. En vez de imaginar un camino de dos sentidos, desdibujemos ese dentro-fuera e imaginemos esa confluencia como una red abierta. Las calles serán siempre nuestras, las instituciones también lo serán, nos pertenecen.

Para tejer esa red las nuevas prácticas municipalistas deben reconocer y proteger las prácticas comunitarias; poner en marcha plataformas y herramientas participativas; diseñar marcos jurídicos flexibles para el asociacionismo y el cooperativismo; sustituir la hegemonía de lo público-privado por lo público-comunitario-cooperativo; dotar de recursos económicos al espacio común, cooperativo-comunitario; impulsar el modelo de economía social transformadora; desarrollar el intermunicipalismo, una red de municipalismo transformador.

Tenemos ejemplos de esas nuevas prácticas. Como muestra, un montón de botones:

http://ehbildu.eus/eu/hauteskundeak/udal-eta-foru-hauteskundeak-2015/lortzen-hari-garena

‘Una pierna en la institución y otra en la calle’ dijimos. ‘Una pierna en la institución y muchas en la calle’, corregimos. Está bien corregir. Intentar, fallar, acertar, seguir. Necesitamos poner en marcha laboratorios municipalistas y los espacios urbanos podrían ser una palanca de cambio definitiva. La revolución además de ser feminista o no ser, será en el área de la Bizkaia metropolitana o no será.  Tenemos unas 900.000 razones y un gran reto.

Es difícil imaginar esa red abierta entre calle e institución cuando no contamos con gobiernos de cambio en ninguno de estos municipios pero debemos saber aprovechar las condiciones específicas que se producen en este entorno. Las recientes movilizaciones sociales más numerosas se han producido principalmente en Bilbo y en Ezkerraldea. Estas movilizaciones no sólo son importantes en lo cuantitativo. Las razones que han llevado a la calle a miles de personas son lo que hasta ahora han sido consideradas como luchas sectoriales o periféricas. La incombustible lucha de las personas pensionistas, la huelga feminista del 8 de marzo, la huelga de las trabajadoras de las residencias para mayores (la más larga hecha en Bizkaia) o todas las movilizaciones y acciones llevadas a cabo en favor de los derechos de las personas migrantes por la plataforma Ongi Etorri Errefuxiatuak.  Estas luchas nos han demostrado no sólo su capacidad aglutinadora sino que pueden intervenir en los valores sociales consiguiendo poner los márgenes en el centro. Poniendo, en definitiva, la vida en el centro.

El imaginario colectivo construido en torno al sujeto transformador ha empezado a mutar. Va quedando atrás ese hombre blanco con mono de fábrica y cada vez se parece más a una mujer racializada y precarizada. Sin embargo, nuestra práctica y discurso aún se resisten a este nuevo escenario. Es imprescindible romper con esas resistencias. Intentar, fallar, acertar, seguir.

Las prácticas municipalistas reproducidas desde la oposición para tejer esa red con la calle deben de inspirarse en afianzar nuevos modelos público-comunitario-cooperativos que impulsen ese cambio de valores sociales.

Estos son algunos buenos ejemplos:

Ateneo y casa de acogida Kaiene

https://www.naiz.eus/es/actualidad/noticia/20180109/nace-kaiene-ateneo-y-casa-de-acogida-en-otxarkoaga

https://www.facebook.com/Kaieneotxar/

Casa de las mujeres Koloretxe

https://ipes.eus/wp-content/uploads/2017/12/koloretxe_erderaz.pdf

https://vimeo.com/247936917

Espacio municipal autogestionado Portugaleteko Merkatua

https://www.facebook.com/PortugaletekoMerkatua/

http://merkatua.info

Nuevos tiempos, nuevas prácticas. Sin olvidar que siempre tuvimos claro a donde queríamos llegar. En palabras de Santi Brouard, ‘El/la mejor alcalde/sa, el pueblo’.